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Perrito colombiano

  • Foto do escritor: Beto Scandiuzzi
    Beto Scandiuzzi
  • 13 de ago. de 2018
  • 2 min de leitura

Me llamo Leto y soy un perrito de la raza gegar colombiano. Tengo pelos color de miel y ojos claros que dicen son iguales a los de mi madre. Soy muy inteligente, aseado y buena mascota, pena que mi familia no tiene un dueño. Soy colombiano, más mi bisabuelo era ingles de verdad, con sangre azul y noble, de haber vivido en el palacio real. El arribó por aquí en los años cincuenta después de haber luchado en la guerra de Corea como mercenario.

Vivo en la ciudad de Bogotá en un parque con muchas árboles y flores, a pocas cuadras del estadio Nemesio Campos, del Independiente de Santa Fe. Paso mis días jugando con mis hermanos y amigos, todos como yo, perros callejeros o vira-latas como dicen en Brasil.

A la noche dormimos en una casita improvisada que los vecinos generosos armaran bajo unos cipresitos. Ahí siempre nos dejan comida y agua fresca. Cuando juega el Independiente no consigo dormir. No en función del ruido de la hinchada. No, es que me pongo a pensar en mi sueño de estar un día allá en la cancha, haciendo jugadas maravillosas con la pelota y ser aplaudido por la hinchada.

Siempre que intento entrar en el estadio, hay siempre un policía gordo y sudado impidiendo mi pasaje. Otro día me hice de distraído y entré. Y ya que el partido estaba liquidado con una paliza del Independiente sobre el Botafogo, aproveché y entré a la cancha. Corrí por donde quise y por más que los jugadores intentaran, no me dejé atrapar. Y sin sentir el efecto de la altitud. En un momento corrí por la derecha donde jugaba el Botafogo y iludí, de una sola vez, cinco defensores mostrando como hacía en otros tiempos un con camiseta siete de nombre Garrincha, ídolo de mi padre.

En seguida aparece un flaco, con cara de vivo, con un trapo rojo en las manos, lo seguí un rato, me decía que era de un tal PC do B y me preguntó si yo tenía una ONG. Si tienes, me completó, se podría hacer un negocito. Volví en las patas que mi familia es pobre pero honesta. Hizo un par más de carreras y solo por mi voluntad y con estilo mi fui de la cancha. Entre aplausos de los aficionados de ambos los equipos que cantaban:

– “Que Teo, que Falcao, que James, el perro, titular indiscutible en la selección.”

Cuando entré en mi casa el corazón lo tenía en las manos. Mi padre me va dar una paliza de no olvidar, pensé. Por suerte, quien abrió la puerta fue mi mamá que con dos rosarios en la pata me dio un abrazo largo y caloroso. Caminé en las puntas de las patas, mi padre hizo un ronco profundo, cambió de lado y siguió durmiendo.

Me acomodé en los brazos de mi madre y dormí, pensando en los momentos inolvidables que había vivido pocas horas antes.

Abril, 2016

PS: en los periódicos colombianos del día siguiente no se hablaba de otra cosa. Decían que el técnico del Botafogo había ofrecido cambiar cinco de sus jugadores, incluyendo el que había hecho un autogol, por el perrito.

 
 
 

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